La semana pasada , como de costumbre, fui a recoger a Manuel al Cole.
Cuando llueve ( aquí radica el quid de la historia de hoy) nos entregan a los peques bajo un techado.
Pues ese techado da un ventanal desde el cual se puede ver el interior de varias clases.
Yo he ido al colegio de mi hijo y conocí a mi marido allí también, pero es otra cosa lo que quiero contarte.
Al grano
Mientras esperaba a que saliera mi Hijo me quedé observando una clase de las que se podía ver.
Era una antigua clase mia, el mobiliario sigue siendo el mismo y el mapamundi juraría que también
Y ya han pasado más de 15 años.
Eso me hizo recordar aquellos años en aquella clase.
Lo que sentía, como pensaba, mis experiencias.
El bullicio, los nervios cuando te repartían la hoja del exámen, los bostezos y los sueños pensados durante tantas horas de tantos días entre aquellas cuatro paredes.
Los profesores, los buenos y los que deberían dedicarse a otra cosa.
Los compañeros, los de las risas y aquellos otros que me hacían la vida más difícil de lo que podría haber sido con su desprecio.
A mis padres y su azar a la hora de apoyarme o no.
Y di las gracias. Por todo eso.
Por lo bueno y por lo menos bueno.
Esas experiencias han sido parte mi vida y aunque hayan sido algunas muy jodidas me han llevado a donde estoy ahora.
A tomar conciencia de mi vida y no dejarme arrastrar.
A invertir tiempo en mí.
A saber cuáles son mis mierdas, verlas y ponerme a trabajar.
En la solución.
En coger mis desgracias y convertirlas en gasolina.
Por mi y sobretodo por el..
Mi pequeño Gurú de ojos azules, Manuel.
Al que la vida le pondrá trabas, le generará heridas, le traera momentos buenos y momentos difíciles
Vivirá su vida. No la mía.
Tendrá sus heridas y no añadiré las mías.
Porque en su día tomé la decisión de no joderle la vida y ponerme a arreglar la mia.
De hacer de su casa el sitio seguro donde podrá ser quien quiera ser y en el que siempre encontrará alguien que esté para acompañarle y guiarle en este bonito y tortuoso camino que llamamos vida.
Ese sitio donde recargar pilas, llorar, reír y saber que te quieren por el simple hecho de ser y no por lo que haces y dejas de hacer.
Un verdadero hogar…
… .
Y mientras casi se me soltaba una pequeña lagrima por mi mejilla,
Le vi al fondo.
Vino corriendo, con su sonrisa
¡Mamá!
Que bien lo estoy haciendo coño, pensé
Y le abracé, muy fuerte.
¿Y tú que vas hacer con tu vida?
No se a que o quien esperas.
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