Vivimos en una sociedad que necesita etiquetar personas, cosas, sentimientos, experiencias… así que, ¿por qué no etiquetar niños y comportamientos?
Después de más de 11 años dedicada al campo de la educación, trabajando en el área de estimulación cognitiva con niños y niñas “diagnosticados” con múltiples patologías, cada vez tengo más dudas sobre la utilidad real de las mismas.
Si navegamos por internet, buscando soluciones a la falta de herramientas que a veces tenemos los padres o educadores, podremos encontrar títulos como: “niños inquietos”, “niños protestones”, “niños desafiantes”, “tu hijo se porta mal”, y mucha información sobre patologías tales como hiperactividad, autismo, déficit de atención… Pero realmente, encontramos poca bibliografía sobre cómo podemos trabajar los educadores, para acompañar a nuestros hijos o alumnos, en su propio proceso de desarrollo.
En los centros escolares, tenemos buenos profesionales, con vocación por la enseñanza, pero carecemos de profesionales que tengan en cuenta todos los aspectos evolutivos de los niños desde la perspectiva de la neuropsicología y las neurociencias. Es fundamental comenzar a educar teniendo presente todo lo que hoy día conocemos sobre nuestro cerebro.
Pero es más importante si cabe, dotar a docentes y padres, de herramientas para gestionar y trabajar aquellas memorias ocultas que provienen de sus propias infancias.
Es fundamental que nuestros hijos e hijas, modelen comportamientos generativos. Indudablemente, cuando estamos en un aula de infantil con más de 24 niños, como es el caso de España, y nos enfrentamos a una jornada de 8 horas en la que hay que llevar a cabo una programación, habrá situaciones de estrés que facilitará la desconexión del docente.
Lo sé, porque lo he vivido.
Y en ese instante, empiezas a observar a cada niño con una lupa que encuentra numerosas etiquetas en cada uno de ellos. Curiosamente, la lupa nunca se gira para observarte a ti, porque todo aquello que ves en tus alumnos, o hijos, en realidad son recuerdos, circunstancias o comportamientos que te incomodan a ti, por algo que tu yo consciente desconoce en ese momento. Así que, te desconectas. De tu pasión por tu profesión, de tu amor por tus alumnos o hijos, y de ti.
Una vez que has colocado las etiquetas, el engranaje sigue funcionando, y acaba arrastrando a ese pequeño a pasar por pruebas, entrevistas y test que miden absolutamente todos sus movimientos.
Y en esa etiqueta, caben muchos niños y niñas, es como un saco sin fondo que los convierte en números, sin posibilidad de desarrollar su identidad y esencia de una forma autónoma. Virginia Satir dice “No dejes que las percepciones limitadas de las otras personas te definan”, pues en este caso, definen de por vida.
Buscamos respuestas complejas, en procesos totalmente naturales, y proyectamos de forma inconsciente en los niños aquello conflictos que no hemos resuelto como adultos. Los niños son personas puras, son seres en pleno desarrollo, primitivos en su forma neurológica, vienen al mundo con menos programaciones neurológicas que los adultos que catalogan sus comportamientos. Pretendemos evaluar patologías y comportamientos, sin haber trabajado profundamente nuestra mente. Sin reprogramar esos archivos ocultos que modifican y alteran nuestra percepción.
Así que, ¿quién evalúa? ¿el adulto, o el niño que algún día fuiste?
La clave para mejorar el sistema educativo, va más allá de legislar. Es mucho más que crear métricas, y test de evaluación para catalogar problemas, y patologías, cayendo en la falsa creencia que de esta forma podremos ayuda mejor a los alumnos. Porque, aunque así fuese, y tuviéramos alumnos con necesidades educativas especiales, los profesionales siguen siendo los mismos niños heridos y los mismos adultos sin resolver sus conflictos.
Se trata de tener a los mejores profesionales, y los más desarrollados a nivel personal, frente a nuestros hijos, porque los niños nacen conociendo lo que es modelar. Aprenden modelando y copiando los comportamientos, creencias y valores de los adultos. Somos sus referentes.
La programación nerolingüistica es una herramienta muy poderosa para acompañar a docentes y padres, en el proceso de educación y crianza, para hacerles comprender que no se trata de su historia, si no de la de sus hijos y alumnos.
Para que comprendan, por fin, que tienen el poder de cambiar su historia y no permitir que aquella etiqueta que les colocaron de niños no define quienes son hoy.
Deja una respuesta